Nacido Corrientes, Argentina, lugar del que salió muy joven con destino a nuestra capital, donde pasó varios años de su juventud para volver luego a su país de origen. Era periodista de profesión.
A comienzos de 1855 Silvero desempeñaba la labor de Administrador de Aduanas de la Provincia de Corrientes. En 1858 y 1859, como Juez de Paz. Así mismo se dedicaría al negocio ganadero.
Desatado el conflicto de la Triple Alianza, el Mariscal López comisionó a José Berges a Corrientes, con la misión de representar al gobierno de nuestro país en dicha provincia buscando la adhesión a nuestra causa. Aquí surge la figura de Silvero, al gestionar Berges la formación de un gobierno civil constituido por personalidades correntinas, quienes administrarían la provincia, pactando con este gobierno la alianza contra Buenos Aires. El 19 de abril de 1865 se llevo a cabo la elección del Triunvirato correntino, los 112 vecinos convocados debían votar por tres personas, el resultado dio como triunviros a Teodoro Gauna, Sinfororo Cáceres y Víctor Silvero.
Se desempeñó en su profesión durante la ocupación de Corrientes en 1865, prestando valiosa colaboración en los periódicos “El Independiente” y “El Progresó”.
Iniciado el repliegue de las fuerzas paraguayas, los miembros del Triunvirato debieron seguir a éstas al Paraguay, iniciando su labor en nuestras trincheras en “El Semanario”, y en el “Cabichui”.
Silvero se desempeño como un autentico y capacitado periodista, entregándose de pleno, en los cinco años que duró la contienda a defender lo que para él era una causa justa. La suerte no fue la misma para los otros dos triunviros, quienes habían muerto en el transcurso de la guerra a causa de ser hallados culpables en los procesos de San Fernando.
Transcribo la narración hecha por Juan Silvano Godoi de la conversación que mantuvo Silvero con el Mariscal el 1 de marzo de 1870: “Llamó el Mariscal al coronel Víctor Silvero, correntino al servicio del Paraguay, le invitó con un cigarro. Hizo fuego en su yesquero de oro, encendió su cigarra y pasó fuego a Silvero. y le dijo: Vamos a librar, Coronel, nuestra última batalla. Si llega Ud. a salvar la vida, debe escribir la historia de esta gran guerra. Nadie mejor preparado por el conocimiento de los sucesos y su ilustración personal que Ud. para hacer conocer al mundo los singulares acontecimientos de esta lucha sin igual.”
“Yo llevaré a la tumba el pesar de no haberme sido posible recompensarle sus buenos servicios, de los que he estado siempre satisfecho”.
“Escúcheme, coronel: yo no soy el vencido en esta guerra de 6 años, porque no he sido rendido ni dominado. Es el país entero, mi patria, mi pueblo, el Paraguay, que se ha agotado y consumido”.
“De haber contado con mayores elementos, con nuevos hombres y recursos, con una nación de mayor población, otra suerte cupiera a la Triple Alianza”!
“(…) En la antigüedad, en aquellos tiempos de hombres extraordinarios, el que perecía en la contienda luchando, era el vencedor, y no el que quedaba con vida”.
“Si la naturaleza no me dotó de genio para dirigir con mejor fortuna las batallas, he tenido en cambio el don de la voluntad que constituye la energía del acto, la proeza objetiva concreta, que avasalla los sucesos y la imaginación humana, y que vale tanto o más que el genio; pues que se sustenta con un sentimiento dominante más poderoso que el instinto de la conservación: un sentimiento único que exige imperativamente la supresión irrevocable de ese delirio angustioso que se llama la muerte”.
“Y si mis ejércitos diezmados mil y mil veces me han seguido a despecho de tantos contrastes y penurias hasta el postrer extremo, es decir, hasta este final momento, ha sido precisamente porque sabían que yo, su jefe supremo, había de sucumbir con el último de ellos, sobre este último campo de batalla…”
Las palabras sentidas del Mariscal fueron interrumpidas por la fusilería imperial, el correntino se despediría de su jefe haciendo la promesa de cumplir sus deseos si sobrevivía al fatídico desenlace. López se separaría en ese momento de él para ir a buscar su puesto en la vanguardia, colocando su último ejército en su posición definitiva.
Silvero cayó prisionero de las fuerzas brasileñas, siendo remitido el 13 de marzo de 1870 por parte del General Correia da Cámara a Rio de Janeiro. En Brasil permaneció hasta el 6 de agosto de 1871, viajando con posterioridad a Montevideo, y el 5 de enero de 1872 tomó rumbo a Buenos Aires.
En 1878, Silvero debió enfrentarse a sus compatriotas en los tribunales argentinos, a través de un juicio criminal por traidor durante la ocupación paraguaya. Su defensa fue brillante ante el jurado, ya que sería absuelto; salió libre de toda culpa y pena, y lo interesante del caso es que no empleo a un profesional abogado. Sin embargo, a pesar de ser redimido por los tribunales, seria siendo considerado el arquetipo del traidor a la patria por sus compatriotas.
Cumpliendo el pedido del Mariscal López, escribió dos gruesos volúmenes sobre la guerra de la Triple Alianza, los cuales, como no fueron publicados, se perdieron, por desgracia, al producirse su muerte en 1902.